Querido verano:
¿Por qué no te vas ya a la mierda?
Ha sido genial, de verdad, pero ya no te aguanto. Y, ¿sabes? No eres tú, soy yo... que sudo como un maldito cerdo 23 horas al día (la que queda la suman las distintas duchas que me doy al día).
¿Por qué sigues atormentándome cada noche, obligándome a pagar un dineral en luz? Porque sí, tengo el ventilador conectado a todo trapo en todo momento, acartonándome los ojos, resecándomelos, evaporando cada lágrima que los humedece. Ya ni siquiera puedo llorar.
Y créeme, tengo ganas. Y son por ti, querido verano.
Creo que ya está bien, ¿no te parece? Al fin y al cabo, las vacaciones se han terminado. ¿De qué me sirves ya? ¿De qué sirves a nadie, maldita sea?
El calendario dice que estás a punto de marcharte, pero yo sé que es una ilusión vaga que solo un tonto creería. Septiembre te gusta, no digas que no. Será porque todo está más barato y hay menos turistas, no lo sé. Yo ya no sé nada.
Excepto que debemos seguir caminos separados. No seas abusón y deja espacio para los demás. El otoño está a la vuelta de la esquina, ¿por qué no te largas con dignidad y nos dejas a todos disfrutarlo en paz? Estoy harta de bermudas y tirantes, harta de que se me pegue el culo a la silla. Quiero empezar a tapar carne otra vez, necesito cubrir las lorzas de mis brazos. Necesito salir a la calle tranquila, sin miedo a que el sol me achicharre y me manche las axilas.
Una retirada a tiempo es una victoria. Lo he pasado muy bien en tu compañía, pero lo estás estropeando. Lo poco gusta, lo mucho cansa. Lo tuyo... agobia.
Por favor, lárgate de una maldita vez, te lo ruego. Si lo haces, el año que viene procuraré llegar a tiempo para la operación bikini. Te lo prometo.
Pero vete a incordiar a otros y no hagas que te odie (más).
Atentamente,
Berenice.